jueves, marzo 23, 2006

SANTA MARTA Breve historia sobre Arte y Educación




SANTA MARTA
Breve historia sobre
Arte y Educación 

SANTA MARTA
Breve historia sobre
Arte y Educación 

Santa marta breve historia sobre arte y educación



Si…
en esta ciudad “donde el recuerdo de la infancia llora” (afirmación textual de alguien que hace mucho tiempo decidió convertir uno de los escritos más tristes y complicados, en un himno), no es difícil para cualquier persona oriunda o, como yo, que la haya vivido por más de 10 años, darse a la tarea de convertir sus ideas con ínfulas de crítico de arte en un escrito que haga las veces de ensayo sobre la producción plástica samaria, aunque igual de complicado esté lleno de vivencias de esas que quedan indelebles en el pensamiento de los que se pasan la vida tratando de hacer arte.  

Corría aciago y de medio día pa’ bajo el año de 1994 cuando a mi familia completa se le ocurrió la “estupenda” idea de que como había pasado todo el bachillerato pintando dibujitos en los cuadernos era por la sencilla razón de que yo debería ser un artista al mejor estilo de Obregón o Botero.   

Entonces fue cuando ellos con la firme certeza, y yo sumergido completamente en mis pensamientos sobre los huevos del gallo llegamos hasta las puertas del entonces Instituto de Cultura del Magdalena a cuadra y media de esa casa de esquina que se hizo famosa porque a Bolívar, medio muerto, se le pasó por la mente, la ahora turística idea, de dormir una noche a tres pasos del mar.     

Para esos días ese era el ojo del debilucho huracán del arte del Magdalena; dos pisos de pura cultura al mejor estilo criollo; clases vocacionales de pintura, de música, guitarra, piano, el viejito pacho que se pasaba todo el día enseñando la piña madura en la acordeón. Y hasta en el patio un carpintero dando instrucciones precisas de cómo tallar una cayena en la tapa de un baúl de Ceiba.

En fin, como para ser Obregón había que empezar pronto el estudio de la arquitectura egipcia o los óleos renacentistas inclusive las ideas revolucionarias de los de la Bauhaus, más obligado que cualquier otra cosa, me inscribí en unas clases que tenían el atrevimiento de darle a uno el título de maestro en artes plásticas. Los profesores (como todavía hoy es costumbre) eran académicos autodidactas, pequeño detalle que a mi modo de ver, ha mantenido la educación del arte de la ciudad, anclada en la historia, por así decirlo; sobre todo cuando la pérdida de identidad más antigua de América nos apabulla y sin culpar a nadie me pregunto: por qué en las calles no se oyen vallenatos en guitarras sino corridos prohibidos, o por qué cuando los pelaos van a las tiendas no preguntan por queques o bolas de tamarindo sino por Brownies y Sparkies, o porque nadie dijo nada cuando un cachaco se le ocurrió montar una escultura en la orilla de la playa en las mismas narices del cuartel de policías, de “indígenas” quien sabe de dónde por qué no tienen nada que ver con los kogis o los arahuacos; y que fueron muy seguramente diseñados en un taller de Bogotá, sin la más mínima investigación de la etnia o antropología local y que el pueblo entero a pesar de esto la convirtieran en lo que son hoy.  Los símbolos de la ciudad.     

Entonces 10 años en el ámbito artístico más una carrera de licenciado en Artes Plásticas, creo que al menos avalan mi intención de crítico y me llevan a afirmar con certeza casi temeraria que la enseñanza del arte en Santa Marta se divide en dos partes muy importantes: antes y después de la Licenciatura en Artes Plásticas de la Universidad del Magdalena;

Antes de L.A.P.U.M. existía y existen aún muchos trabajadores del arte que a bien se dedicaban a la búsqueda de un arte “regionalista” con lenguajes que mostraran en todas sus características posibles no solo un afán de originalidad, y una diferencia en comparación con la producción artística nacional de ese entonces, sino que también negara cualquier influencia de ella. Empezando con trabajos como el del maestro Momo del Villar donde el color quedaba en segundo plano debido a la fuerza del diseño de sus composiciones de líneas gruesas y delgadas como evocando auras. Pasando por Diomedes Vargas y aquella famosa crítica que alguna vez hizo de su trabajo la Non Plus Ultra del Arte en la Colombia de los Setentas Marta Traba y que lo dejaba a un lado del camino, de la fama no al igual que a sus compañeros de trabajo y francachela, Negret, Obregón y Grau entre otros.


Pero que se destaca por un manejo de la técnica del óleo impecable, autorretratos de composiciones sencillas, de colores suaves evocando a primera vista el puntillismo de Seurat pero sin negar en modo alguno la influencia que recibió del muralismo Mexicano y los Bachué.


Dando un gran salto más de tiempo que de propuestas con una producción bastante extensa, un grupo de pintores que para bien o para mal, se han dedicado mucho más al trabajo y el depure de técnicas pictóricas clásicas que al estudio de las artes en general y que poco a poco se fueron quedando, por decirlo de alguna forma, relegados en el tiempo artístico plástico del arte de caballete. Lo cual les creó en sus mentes y en sus pinceles una total actitud de negación a las ya no tan nuevas tendencias del arte de concepto, ese que no se acuerda del lienzo. Mucho menos del pincel, ese que por allá lejos Joseph Beuys  planteaba el revolcón del arte con una liebre muerta en la mano, y Duchamp quedó pasmado cuando al querer burlarse del arte al exponer parte de su bicicleta. La convirtió en obra maestra del Conceptualismo

Por acá un poco más cerca tanto de espacio como de tiempo se volvía arte los objetos cotidianos, la ropa, los chismes, las cosas de la casa de María Teresa Hincapié. En el Gran Salón Nacional y otro artista decidió desenterrar de la plástica nacional,  precolombinos en forma de Bart Simpson y Mickey mouse


De todas maneras, cuando se está en la lucha de querer hacer arte, si no importan los errores, si importan las críticas. Aunque, en estos términos, pareciese que simplemente se hacen y se obtienen resultados no solo para complacencia del espíritu.


ah......Bueno esos diez minutos de gloria en el arte mundial que logramos con Teresa Sánchez la única artista samaria y una de los tres Colombianos que tiene una obra colgada en el The Museum of Modern Art of New York.
El segundo en importancia del mundo.


No podemos olvidar esa otra pequeña rama del árbol que han sido las clases vocacionales de unos tres talleres reconocidos en la ciudad por aquellos cuyo resultado ha sido lo que se esperaba, pero, de todas formas, no olvidemos que a estas clases asisten en primera instancias personas que solo desean ocupar su tiempo libre en algo

Y por último,  un no determinado número de damas prestigiosas de la ciudad que encontraron en la práctica del arte sumergidas en sus completísimos talleres privados un modo In de pasar el tiempo.

Después de la L.A.P.U.M.
El hecho que la contextualice no sólo de tiempo y espacio sino de producción Plástica Samaria, quiere decir que no se puede negar que estos jóvenes que contaron con la suerte de tener el apoyo de la más importante institución educativa superior del departamento (Unimagdalena) como también de entidades que trabajaban de lleno en la cultura del departamento como el Banco de la República y el Museo Bolivariano. Apoyo que se tradujo en un desfile de personajes de reconocimiento nacional y mundial en el campo, que trajeron a la ciudad todo una gama de conceptos y apreciaciones sobre la plástica del momento, llenándole la cabeza a los jóvenes estudiantes de arte de la universidad, de nuevos sentido de representación mucho más libre, pero sobre todo con el peso de la importancia que da la experimentación.     

Ramírez Villamizar, Rayo, Sarmiento, Grau, Rojas, Hincapié, y hasta Germán Rubiano quien en una conferencia nos exhibió más de 500 diapositivas sobre los nuevos conceptos de arte del mundo pasándolas él mismo explicando cada una sin voltear a verlas y sin equivocarse con ninguna. Fueron necesarias para que el mediano grupo de jóvenes de mentes abiertas dejaran de lado el clasicismo o el impresionismo, que acababan de aprender, y comenzaran a amarrar muros voladores a los techos o a utilizar el cuerpo como elemento vital en el lenguaje plástico o a convertir un cementerio de 400 años de antigüedad en horas de la noche en un gran Ready made incluso uno que paralizó la ciudad y todos sus organismos de seguridad y emergencia porque una mañana pintó un croquis humano en el andén de un parque y le puso dentro un corazón fresco de vaca, porque según el eso... era arte.
Y fuera o no es lo de menos en este asunto, porque lo que sí es cierto es que un boom de ideas nuevas movió de una manera casi extraña como el remezón de un temblor de tierra, los movimientos artísticos locales ya fuesen de la plástica, de teatro y hasta la poesía.

Enseguida se vieron llegar los reconocimientos, los premios Regionales, Nacionales, e Internacionales. Los pelaos se codeaban entre los primeros puestos del gran Salón Nacional, los invitaban al Rabinovich, participaban en bienales de Brasil y un grupo entero participó en una colectiva itinerante en Europa En fin empezaron con paso de animal grande.  

Lo que pasó después fue algo extraño que muy pocas personas logramos entender; nadie se explicó porque cuando las cosas iban “bien”, cuando se veía el renacer del arte en la ciudad, Santa Marta aparecía nuevamente para bien o para mal en las revistas de arte del país, de un momento a otro todo parecía meterse en un letargo. Se cerró la licenciatura como también el instituto de cultura, ninguna empresa o institución tenia plata para seguir trayendo buenos talleristas y, en pocas palabras, todo el terreno que se había ganado se fue perdiendo paulatinamente

Todo esto tal vez no sea más que la versión local y macondiana del Efecto Mariposa del que habla Carolina Ponce de León en su libro de ensayos sobre el Arte en Colombia

Pero si hay que dejar bien claro que en Santa Marta, como en cualquier rincón de Colombia, sólo se necesita un poco de apoyo, decidido y coordinado para que el arte aflore. Solo es cuestión de que una empresa o institución, ya sea privada o del estado, se declare amigo de los procesos artísticos para que el tren vuelva a arrancar. El Museo de Arte Unimagdalena es prueba de eso.  

Entiendo, porque siempre lo he tenido bien claro, que todavía me falta la mayor parte del trayecto que hay que recorrer para lograr hacer crítica de una manera constructiva sin irse por las ramas; sobre todo hoy cuando ya la gente olvidó que es mucho más fácil hablar de las cosas que hacerlas. Será por eso que por cada persona tratando de hacer arte hay 32 que se dan la tarea de hacerle la crítica. En este país ya nos volvimos expertos, las reinas de belleza, las incursiones guerrilleras los partidos de fútbol o los realities de la TV, son tan importantes, por la sencilla razón de que nos dan de que hablar.    

RENE ESCORCIA


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